
Pero no saben que en el mismo vagón se disfrazan los protagonistas de sus pesadillas recurrentes.

Señora, ese de su lado, ese dulce anciano, cuando llega a casa con un par de copas de más escupe a su esposa hasta mezclar su saliva con sus lágrimas. Afortunado el día en que la mezcla no se tiñe de un rojo sanguinoliento.
¿Y aquel? Ese chavalillo que le ha cedido amablemente el asiento. Sí, ese, el trajeado. Le ha prohibido a su novia que se vea con los compañeros de clase. Los celos le obligaron a golpearla el otro día. Pero no es tan mal chico, luego se disculpó. Él le ama, como no ama otra cosa en el mundo. Por eso no quiere estar sin ella jamás. A ella le pareció lo más hermoso que había oído nunca...
¿No es gracioso, señora? ¿No le recuerda a usted cuando salía de novia con el desgraciado de su marido?
No podemos olvidar que debajo de esa apariencia de corder, realmente, se encuentra el lobo. Me encantaba este cuento de pequeña...