martes, julio 29

Complicidad en la oscuridad

Últimamente sólo escribo la peor cara de mi vida subterranea. Realmente no sé por qué. No sé si es que soy pesimista o simplemente es mucho más fácil escribir sobre la cara oscura de la vida.

Oscuridad la que acabo de vivir en el vagón. Voy yo derechita al trabajo, he encontrado sitio para sentarme, sin tener que pegarme con nadie. Aquí, todo feliz, escribiendo como no, sobre cosas oscuras. De repente las luces del vagón se han apagado. Paulatinamente, eso sí, como si tuviera tres posiciones, el campo de visión se ha ido reduciendo poco a poco.

El desocncierto inicial se ha convertido en un hilillo de risa nerviosa. Las miradas entre el resto de pasajeros, interrogantes, buscaban la complicidad de los otros. Sí, todos aquellos que viajaban en silencio, con la cabeza gacha y tratando de ignorar al resto, pasando desapercibidos, durante veinte segundos y medio han necesitado la mirada del prójimo para calmarse. O por si en caso de que ocurriera algo más grave que un pico de tensión, alguien les ayudara.

Irónico, ¿verdad? Me ha servido para darme cuenta de que esta ciudad subterránea no es tan solitaria como quiere parecer. Tan sólo está lena de hipocresía y de dobles caras.

Como el mundo real.

4 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Al fin y al cabo, la ciudad subterránea la habitan seres de la ciudad superficial, ¿no?

Que te sea leve, en todo caso ;-)

Merce dijo...

En momentos de tensión, la soledad no es lo que más nos calma...

Canicula dijo...

oye no te quiero de bajon ehhhe el verano es para sudar, para no dormir por las noches empapada en sudor, para tomar claritas y para pasear por las calles de tu ciudad ; que seguro es preciosa... hazme caso: deja el metro

Food and Drugs dijo...

El metro ese da bastante yu-yu, pásate al vehículo de dos suelas.
Saludos